ESPAÑA
Asesinato de los jesuitas

El ex teniente Mendoza: "El Alto Mando dio la orden de eliminar a Ellacuría y el presidente de El Salvador lo sabía"

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El militar, testigo en el juicio, culpa de la masacre al Estado Mayor, que consideraba a los jesuitas colaboradores de la guerrilla. Dos testigos narran cómo fueron interrogados y maltratados después por el FBI

El ex teniente Yushsy René Mendoza, durante su declaración por...
El ex teniente Yushsy René Mendoza, durante su declaración por videoconferencia. E.M.

-¿Qué pasó la noche del 15 de noviembre?

-El coronel Benavides nos reunió en la Escuela Militar y nos dijo que venía de una reunión en el Estado Mayor donde el Alto Mando había dado la orden de eliminar a Ellacuría y que se procediera sin que quedaran testigos. Benavides nos dijo que la orden del Alto Mando iba a ser comunicada al presidente de la República y que si él se oponía habría contraorden. Es ilógico pensar que fue una orden del coronel Benavides. Fue de alguien por encima de él, una orden del Alto Mando. Fue una operación autorizada y todos los militares lo sabíamos.

El testimonio del ex teniente Yushsy René Mendoza en el juicio que se sigue contra los asesinos de los jesuitas españoles es un seísmo contra la cúpula del poder político y militar de El Salvador, al que, como en su día hicieron Naciones Unidas y numerosas investigaciones, responsabiliza directamente de dar la orden de matar al teólogo español Ignacio Ellacuría y sus compañeros en la madrugada del 16 de noviembre de 1989.

Mendoza ha afirmado que los militares y la extrema derecha salvadoreña consideraban a Ellacuría un colaborador de la guerrilla, que el Estado Mayor de su país estaba copado por La Tandona, un grupo de ideología ultra de la promoción de 1966 y que durante toda la investigación posterior, los militares se deshicieron de pruebas y presionaron para que el juicio celebrado en 1991 en su país resultara favorable.

Solo tres encarcelados

A día de hoy, sólo tres militares, de un conjunto de casi una veintena de presuntos responsables, ha estado en la cárcel en algún momento: Benavides, Montano y Mendoza. El resto no ha sido encarcelado jamás.

El valor de la declaración de la tarde de este miércoles durante el juicio que se sigue en la Audiencia Nacional contra uno de los presuntos autores intelectuales de la matanza, el coronel Inocente Orlando Montano, está en su protagonista: Mendoza era un teniente que acompañó al batallón Atlacalt en la operación para ejecutar a Ellacuría y cualquier otro testigo. Eso incluyó a otros seis sacerdotes, una empleada doméstica y su hija.

Por videoconferencia desde Chile, el ex teniente ha prestado declaración durante casi tres horas. La peculiaridad de su caso es que hace un mes, Mendoza estaba en este juicio como acusado, pero su implicación en el crimen se ha considerado prescrita y ha pasado a formar parte del proceso como testigo. Y eso le obliga a contar la verdad. El ex militar ha narrado con todo detalle cómo se produjeron las órdenes durante la noche del 15 de noviembre y ha dado todos los nombres posibles. Entre ellos, el de Montano, único presunto responsable que ha podido ser juzgado y que ha oído el testimonio de Mendoza desde el banquillo de los acusados en la Audiencia Nacional.

Un batallón exclusivo

El ex teniente ha contado que el coronel Guillermo Benavides, responsable de la Escuela Militar, fue citado a una reunión del Alto Mando en el edificio del Estado Mayor. Allí, entre otros generales y comandantes, el ministro de Defensa, Humberto Larios; el viceministro de Defensa, Juan Orlando Zepeda; el viceministro de Seguridad Publica, Inocente Montano, y el jefe del Estado Mayor, Emilio Ponce, dieron la orden de atacar la Universidad Centroamericana (UCA), donde ejercía de rector y vivía el padre Ellacuría.

Mendoza ha confirmado que, dos días antes del crimen, el batallón había hecho un cateo (registro) de la UCA y que su estancia en San Salvador durante tres días fue exclusivamente para realizar ese registro y asesinar después a los jesuitas.

"La unidad del batallón era de unas 40 personas. El batallón entró en la residencia de la Universidad y una columna se dirigió al complejo habitacional, que estaba sellado por una cerca. La saltaron y se oyeron ruidos de cosas rotas. Entonces apareció un civil [la investigación arrojó que se trataba del propio Ellacuría] y les dijo que no rompieran nada, que él les abría. Yo entré por otra zona y oía ruidos de golpes y voces. Cuando estaba en una habitación donde había dos mujeres sentadas en un sofá oí unas ráfagas de disparos. Salí, accedí a una pequeña escalera, me asomé y vi en una especie de patio interior unos cuerpos de personas tendidas en el suelo. Estaban boca abajo y aparentemente muertas".

Eran Ellacuría y sus compañeros. Minutos después, otro militar descubriría a las dos mujeres de las que habla Montano y las ametralló en la habitación.

Mendoza ha contado que fue detenido en enero de 1990. Cuando llevaba varios días incomunicado, su esposa fue a ver al coronel Inocente Montano y a la entrada de su despacho le espetó: "¿Cómo se les ocurrió mandar matar a Ellacuria?". El ex teniente ha contado qué es lo que ocurrió después: "Montano la tomó del brazo, la condujo a su despacho, la sentó en una silla, se colocó detrás de su mesa, puso los pies encima de su escritorio y le dijo a mi esposa: 'No vuelvas a repetir lo que has dicho. En tiempo de guerra, a cualquiera le puede pasar algo, incluida a ti. Andate a casa'".

El diario personal como prueba

El abogado de la acusación popular, Manuel Ollé, ha mostrado a Mendoza un diario escrito por Benavides en la cárcel. En él, adelantado en su día por EL MUNDO, el coronel escribió qué ocurrió en aquella reunión del 15 de noviembre y quiénes estaban presentes. Mendoza ha dicho que el propio Benavides le mostró el diario cuando ambos coincidieron en prisión.

El ex teniente Mendoza abandonó el Salvador al poco tiempo de salir de la cárcel gracias a la Ley de Amnistía de 1993. Y ha contado este miércoles por qué: "Yo había colaborado con la Comisión de la Verdad de la ONU y el padre Tojeira [superior provincial de los jesuitas en Centroamérica] me recomendó salir del país porque me podían matar". Cuando el abogado defensor de Montano le ha preguntado por qué no vuelve ahora a El Salvador, donde ya no tiene vigencia la Ley de Amnistía y puede ser encarcelado, Mendoza ha sido claro: "No vuelvo a El Salvador porque me pueden matar, entre otras cosas, por estar declarando hoy aquí".

Las amenazas e irregularidades en el proceso posterior a los asesinatos tambiñen han estado presentes en los testimonios de Álvaro Henry Campos y Edward Sidney Blanco, que fueron los fiscales del juicio que acabó absolviendo a la mayoría de militares: "Hubo una permanente actividad para frustra la verdad. Una mentira sistemática, ocultación de pruebas y amenazas de muerte hacia nosotros. Una confabulacion estatal para obstaculizar la verdad".

La sesión de este miércoles se ha cerrado cerca de las 21.00 horas con dos testimonios sobrecogedores, los de los únicos testigos presenciales de los hechos. La declaración no sólo avala la autoría militar de los asesinatos, sino también la presión posterior inflingida contra estas dos personas por parte del FBI norteamericano y el Ejército salvadoreño.

Jorge Cerna y Lucía Barreda son un matrimonio que casualmente estaba en la UCA aquella noche. Y son las dos únicas personas que lograron salir de allí con vida. Lucía había trabajado en la limpieza de la UCA varios años y aquel día había pedido refugio a los jesuitas ante el agravamiento de la guerra en San Salvador. En la mañana del 15 de noviembre, Lucía, Jorge y su hija de 4 años atravesaron la ciudad con una bandera blanca y llegaron a la UCA. Allí, el "padre Nachito", el jesuita español Ignacio Martín Baró, les recibió y les dio alojamiento en una habitación. "Los padres habían sido mis jefes y eran como mis papás, unas buenas personas". Unas horas después, Martín Baró y sus compañeros serían acribillado por los soldados.

El matrimonio ha contado que en la noche del 15 de noviembre oyeron a Martín Baró tocar la guitarra y cantar y al resto de jesuitas reír y pasar una buena cena. Pero cuando el matrimonio llevaba un par de horas durmiendo, ya en la madrugada del 16 de noviembre, les despertó "una fuerte balacera". "Había disparos, ruidos de golpes contra sillas y paredes, gritos. Me levanté y fui al cuarto de al lado. Vi a unos soldados en la puerta de atrás y me agazapé por la pared. Oí que daban balazos a las lámparas, patadas y que gritaban. Entonces oí que el padre Nachito les dijo: 'Son una carroña, esto es una injusticia'. Y también oí como cuchichear". Aunque los abogados no han repreguntado sobre este extremo, algunos informes y libros publicados apuntan a que se trataba del rezo de alguno de los jesuitas momentos antes de ser asesinados por los militares.

La pareja logró escapar de la UCA, fue protegida durante varios días por las embajadas española y francesa y trasladada después a Estados Unidos. Allí, dos funcionarios estadounidenses mantuvieron cuatro días encerrados a Lucia y a Jorge en la habitación de un hotel de Miami y sometidos a interrogatorios. Miembros del FBI y un coronel de El Salvador preguntaban por separado a la pareja en jornadas de 12 horas de interrogatorio. "Nos pusieron un polígrafo y nos decían que mentíamos, que nunca habíamos estado en la UCA. Querían que dijéramos que no habíamos estado allí. Nos cortaron el pelo y se llevaron una muestra a El Salvador. Nos trataron muy mal. El coronel me dijo que si estuviéramos en El Salvador me patearía por mentiroso", ha contado Jorge Cerna. Su mujer, Lucía Barreda, ha cerrado el relato: "El coronel me decía que los padres tenían armas y que yo les cubría. Y yo le decía que ellos no tenían armas, que su defensa era su cerebro. Pero él me gritaba, daba golpes en la mesa y me ofendía. Por eso enfermé".

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