ESPAÑA
Elecciones autonómicas

La moderación y el galleguismo, la receta de Feijóo para lograr su cuarta mayoría absoluta

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El líder 'popular' tiene el reto de mantener su hegemonía en el votante de centro y el rural

Alberto Núñez Feijóo y el alcalde de Madrid, José Luis...
Alberto Núñez Feijóo y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el domingo, en la Feira do Cocido de Lalín (Pontevedra). Óscar Corral EFE

«Feijóo y la marca del Partido Popular en Galicia representan el centroderecha» y «lo hacen muy bien». Sentencia de Génova, que parece apoyar al presidente de la Xunta y candidato a la reelección en las elecciones del próximo 5 abril en su negativa a formar una coalición con Ciudadanos. El líder gallego siente que no lo necesita. Primero, porque el partido naranja no existía en Galicia cuando le iba bien en el resto de España y menos aún lo hace ahora. Y segundo, porque él tiene un proyecto propio, único en el PP en toda España, que acumula ya tres mayorías absolutas seguidas, que aspira a una cuarta y que se caracteriza por tres pilares: moderación, regionalismo y falta de competencia política.

El dirigente popular tiene buenas razones para defender esta línea y para aparecer en muchas ocasiones como contrapeso ante las tendencias derechizadoras dentro del partido. En una comunidad en la que la mitad de la población se ubica en posiciones ideológicas que van desde el centro hasta el extremo derecho -según el CIS poselectoral de las autonómicas de 2016-, trasladar a ella la confrontación entre bloques en la que se ha instalado la política española puede ser una apuesta de alto riesgo, porque te puede hacer perder votos por el centro, que son muchos.

Desde que Manuel Fraga se puso al frente del partido en Galicia, la formación ha sido una máquina de ganar elecciones. Solo tras las autonómicas de 2005, cuando el fundador de Alianza Popular se quedó a 11.584 papeletas de lograr en Pontevedra el escaño que le hubiese garantizado su quinta mayoría absoluta, los populares se han visto desalojados de la Presidencia de la Xunta. Los paralelismos entre la convocatoria de 2005 y la del próximo 5 de abril no son pocos. Entonces, a la acumulación de mandatos de Fraga se le sumó la pérdida traumática para el PP del Gobierno nacional, un año antes, tras los atentados del 11-M; la llegada del PSOE a La Moncloa, y la decisión de los populares, ya liderados por Rajoy, de ejercer una oposición frontal y bronca.

Fraga terminó su carrera política tras sufrir mucho entre el electorado de centro. En aquellas elecciones, el PP fue la tercera opción en este segmento de votantes, mientras que Feijóo siempre se ha impuesto en él con holgura.

El reto que tiene Feijóo para repetir es, no obstante, enorme. Primero, por los paralelismos con 2005. El PP también ha perdido La Moncloa hace sólo un año y medio e igualmente está metido en una oposición muy dura al Gobierno. Peor aún, su electorado, al contrario que hace 15 años, se ha fragmentado entre dos o tres fuerzas, dependiendo del lugar. En Galicia, de hecho, el año pasado por primera vez el PP no fue el más votado en unas elecciones generales.

La capacidad del PP de Galicia para seguir monopolizando al votante de centroderecha será la clave de todo el 5 de abril. Hasta ahora, nadie ha conseguido inquietarle en ese espacio en unas autonómicas. En 2016, un Ciudadanos ascendente a nivel nacional no llegó ni al 3,5% de los sufragios.

A la concentración del voto en torno a los populares contribuye además la reforma electoral que se hizo en 1993, ya con Fraga en el poder, que elevó al 5% de los votos el mínimo provincial para entrar en el reparto de escaños. Un límite que, ante los modestos resultados del resto de alternativas, invita al voto útil en favor de los grandes partidos.

En el rechazo de Feijóo a entenderse con Cs hay un asunto de fondo. El discurso antinacionalista de los naranjas en otras zonas de España no es la mejor carta de presentación en una tierra en la que el galleguismo no se identifica en exclusiva con el nacionalismo. Los datos avalan las reticencias de los populares: si en 2012 el PP era tan atractivo como el BNG o Anova (escisión del BNG) entre quienes se consideran «nacionalistas gallegos», en 2016 fue la opción preferida dentro de ese electorado, según el CIS.

La geografía del voto es otro de los factores señalados a la hora de explicar la hegemonía del PP de Galicia, en especial en el ámbito rural, tradicionalmente más conservador y donde el uso del gallego está muy extendido.

Aunque el liderazgo de los populares se extiende por todo el territorio -sólo hay 11 municipios en los que no fue primera fuerza en las últimas autonómicas; el mayor de ellos Cangas (Pontevedra), de 26.500 habitantes-, es en las provincias de Lugo y Orense donde obtienen su mejor resultado. Se trata de las dos circunscripciones menos pobladas, donde el 70% del censo reside fuera de ciudades o de alguna de las áreas metropolitanas, y las dos están sobrerrepresentadas por el sistema electoral en el reparto escaños. Con un 55% del voto en las zonas de menor población, Feijóo tuvo sus peores números en La Coruña y Vigo.

A pesar de que los residentes en el exterior representan el 17% del censo (llegaron a emitir el 6,5% de las papeletas totales en 2005), apenas influyen ya en el resultado final tras la reforma del voto rogado en 2011.

Con Cs en horas bajas, la gran incógnita en la derecha es qué hará Vox. Todavía sin candidato, la formación tuvo en Galicia uno de sus peores resultados en las generales del 10-N. Existe la posibilidad de que su presencia atraiga una parte del voto que hasta ahora ha monopolizado el PP y que, sin embargo, no se traduzca en escaños. Ese escenario es la mayor amenaza para un PP que, ante la falta de aliados, siempre ha necesitado mayorías absolutas para mantenerse en la Xunta.

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