Los templarios, sin fantasías esotéricas

Una exposición en el Museu d'Història de Catalunya reflexiona sobre la violencia religiosa a partir de la persecución de la orden de monjes guerreros

Una cota de malla, en la exposición 'Templers' del Museu d'Història de Catalunya.

Una cota de malla, en la exposición 'Templers' del Museu d'Història de Catalunya. / periodico

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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El Museu d'Història de Catalunya dedica a partir de hoy y hasta el 23 de julio una amplia exposición sobre la orden de los templarios. El comisario de la exposición, Ramon Sarobe, ha buscado huir de todas las fantasías esotéricas que han impregnado la memoria de la orden de monjes guerreros disuelta violentamente a principios del siglo XIV. La exposición 'Templers. Guerra i religió a l'Europa de les croades' intenta mostrar de forma "rigurosa y atractiva" la realidad de la Orden del Temple, y mostrar tanto su actividad guerrera como la represión que sufrieron en el marco de la Europa de las cruzadas.

La exposición recoge la evolución de la orden, desde su creación por parte de diez caballeros de la orden de los Pobres Caballeros de Cristo para proteger a los peregrinos a Jerusalén hasta la acumulación de poder que hizo que el Papa y el rey de Francia, aprovechando su desprestigio tras la pérdida del reino cruzado de Jerusalén, acordasen su supresión en 1312, acusando a los caballeros de herejes, usureros y sodomitas.

Mientras que el rey de Francia Felipe IV detuvo, torturó y ejecutó a todos los templarios de su reino, en la corona de Aragón el rey Jaume II tardó en reducirlos y el concilio de Tarragona acabó reconociendo en el 1312 su inocencia, y transfiriendo sus bienes a la orden del Hospital y a la recién creada de orden de Montesa.  

La museografía tiene como eje cronológico una gran muralla roja que recorre dos siglos de historia de la orden desde su aprobación por el papado en el año 1129 y dedica una atención especial a la fuerte implantación de la orden en la Corona de Aragón. Entre las piezas destacan pinturas murales procedentes de diversas encomiendas de la orden y piezas de vestuario militar, incluyendo la espada Tissó que perteneció durante varios siglos a condes y reyes de la casa de Barcelona (la orden se introdujo fuertemente después de que el conde de Barcelona Ramon Berenguer III se hiciese monje en su lecho de muerte y cediese a la orden el castillo de Granyena).

Los caballeros, de familia noble, llevaban capa blanca, y los sargentos, pleyebos, capa negra. El sello de la orden mostraba la cúpula del Santo Sepulcro en un lado (aunque el nombre proviene de las estancias en la mezquita de Al Aqsa, sobre el templo de Salomón, que les cedió como residencia el rey de Jerusalén) y dos monjes sobre un único caballo, como símbolo de solidaridad, en el otro.

CONTRA EL "PENSAMIENTO MÁGICO"

La exposición insiste en que los templarios eran "hombres que habían efectuado los votos de pobreza, obediencia y castidad que, cuando no se encontraban en campaña, llevaban una vida muy similar a la del resto de monjes" y que siempre estuvieron "adheridos rigurosamente a la ortodoxia católica". La exposición quiere "transmitir la importancia real del legado templario dejando de lado el pensamiento mágico y acientífico que se ha apropiado de él para su beneficio comercial" y también reflexionar sobre la violencia religiosa.

En su primer ámbito, 'Templers' define la división del Mediterráneo en los albores de las cruzadas, entre el Bizancio ortodoxo, la Europa occidental católica y el Islam almorávide y fatimita. El relato de la exposición incide en que el concepto de guerra santa, presente desde los inicios del islam, no se desarrolló como tal en la cristiandad hasta el siglo XI. 

Tras relatar la historia del reino de Jerusalén, la muestra define la vida de los templarios de una forma que se aleja de las reconstrucciones más fantasiosas. Su vida religiosa era muy similar a la del Císter y su vida cotidana se caracterizaba por una rígida disciplina de oración y entrenamiento militar. "No era una orden intelectualmente brillante. Excepto sus capellanes, ningún templario recibía las órdenes mayores, y por lo tanto, no podían decir misa ni administrar los sacramentos. La gran mayoría de templarios desconocían el latín y no sabían ni leer ni escribir. Esto les hacía difícilmente depositarios de una sabiduría ancestral que algunos autores les han atribuido", precisa el guion de la exposición.